El lunes hemos estado viendo la
película “La clase”. “Entre les murs”.de Laurent Cantet.
En ella se muestra el día a día de un
profesor de instituto, y a las situaciones que tiene que enfrentarse
en cada clase.
Tras visionarla hemos anotado una
serie de preguntas en relación a la película.
Para mí el profesor no ha perdido
la autoridad, se mantiene en su posición, haciéndose valer entre
los alumnos. Al principio se le ve un poco perdido, tanteando a la
clase, conociendo los puntos débiles de cada uno.
Era capaz de resolver los problemas que
iban surgiendo de la mejor forma posible. Evitaba enfrentarse a los
alumnos directamente. Al contrario, había veces que incluso les
seguía el juego, para ganárselos y lograr su propósito,
encaminando de nuevo la clase a su cauce normal.
Los chicos y chicas deben comportarse
en el aula, aunque a esa edad es difícil centrarse en algo que no
sea uno mismo y tus amigos, ni qué decir tiene el pensar en las
clases... eso es impensable. Pero deben saber que hay unas normas
que deben acatarse, sino ahí tienen la puerta. Las clases se
intentan hacer lo más amenas posibles, pero se hagan de una forma u
otra siempre habrá desacuerdos.
Los profesores tienen que tener una
paciencia increíble. Controlar una clase de 20-25 alumnos, cada uno
con su historia, sus problemas, sus cualidades... Está solo ante el
peligro. Y tiene la misión de hacer que esos chicos y chicas
salgan por la puerta sabiendo un poco más que el día anterior. Es
una tarea nada sencilla. Pero los alumnos también tienen que poner
de su parte. Sino el barco se hunde sin remedio. El profesor tiene
que enseñar y respetar, y el alumno tiene que dejarse enseñar y
respetar por igual. Creo que un profesor no debería tirar la
toalla con ningún alumno, aunque sea el más pesado, toca-narices,
y pasota de la clase. Debe ganárselo, demostrarle que vale la pena
esforzarse. El alumno a su vez tiene que ver que el profesor no es
el malo,no es su enemigo, no va a “joderle” suspendiéndolo o
mandándolo trabajos dificilísimos, no va a por él. Entiendo que a
esas edades eso es imposible no pensarlo, porque a todos nos ha
ocurrido. Pero cuando pasan unos años, y echas la vista atrás, te
das cuenta de lo equivocado que estabas al pensar que los profesores
existían para hacer la vida imposible a los chavales.
Personalmente me ha puesto de los
nervios las actitudes de los alumnos, hay que tener mucha paciencia,
saber cómo lidiar con ellos, imponer tu autoridad para que no te
toreen, saber cómo tratar a cada alumno, conociendo su personalidad
y sus necesidades. Hay que saber entenderlos, saber que son sacos de
hormonas descontroladas, en su mundo de adolescente y que todo les
trae al pairo, sobre todo las clases, y siempre siempre verán al
profesor como al malo, un aburrido, un “cabrón” que va a por
ellos y quiere suspenderlos y hacerles la vida imposible
mandándolos deberes y poniendo exámenes complicados.
Tienes que estar mentalizado de que
cada alumno es único y es un mundo. Tienes que saber cómo tratar
a cada uno. Y saber a quien dedicar más tiempo.
Tienes que ganarte su confianza, pero
siempre manteniendo los límites, que distingan su posición.
Aparte de los alumnos, también hay
que lidiar con los padres, que también son otro mundo y tienes que
estar preparado para cualquier cosa.
En conclusión, yo habría (y lo haré
en un futuro, seguro, segurísimo) empezado a despotricar en la sala
de profesores al no verme capaz de hacerme con el control y sentir
que me torean y no me toman en serio. Tengo paciencia, pero hasta
un límite.
No hay comentarios:
Publicar un comentario